Purim, the Jewish holiday which begins this year at sundown on February 25th, is marked in part by the reading of the Book of Esther. In it, Esther, who had kept her Judaism secret from the King, winds up becoming the new Queen. And so, she finds herself in a position to save the Jewish people when they were threatened with genocide at the hands of the King’s evil advisor, Haman.
But, there’s something quite odd about the Book of Esther—there is no mention of God in it. Even when the Jews learn of Haman’s evil, murderous decree—even then they don’t invoke God’s name. God is completely absent from the story.
Or is She?
You see, the Rabbis of old noticed that Queen Esther’s name (Es-tair, in the Hebrew) is suspiciously close to the word As-teer, which means “I will hide.” They take this to be a reference to Deuteronomy 31:18, where God says “And I will surely hide My face on that day.” So, according to these sages, God isn’t absent; God is hiding. God is stowed away, behind the scenes. God is still working, just not as overtly as before. I mean, do you really think that it was just coincidence that Esther the Jew wound up becoming Queen just before Haman launches a plot to kill all of her people?
It’s so easy to miss. Always. When we see people acting in the world, we almost never think about the bigger picture, about the role that they’re playing in a greater story. We almost never think about the holy work that they might be doing, hidden in plain sight.
It’s always that way, of course. But, this year, more than ever, we are surrounded by people who are doing God’s work, and who aren’t being noticed for it. They aren’t Queens. They’re the hard-working women and men who have been out, doing their jobs, making sure that society continues to move forward, even while putting themselves at great risk. Our healthcare workers, our childcare workers, agricultural laborers, delivery people, and so many others are toiling away, day after day, with no one stopping to see that God is working through them, every day. We have to change that. We have to ensure that they are given not just lip-service, but the dignity they deserve. Dignity which can be given in large part only through real, actual change in our policies and in our society. We owe these workers a debt that we’ll probably never be able to repay, but which we should at least recognize.
Holiness takes so many forms. It’s a shame if we don’t take the time to see it in the hands of those who work so hard, so that we may all live.
Rabbi Jason Rosenberg
Congregation Beth Am
Tampa, Florida
Purim, el día festivo judío que comienza este año al atardecer el 25 de febrero, se marca en parte con la lectura del Libro de Ester. En este, Ester, quien había escondido su judaísmo del Rey, termina siendo la nueva Reina. Y, por lo tanto, se encuentra en una posición de poder salvar al pueblo judío cuando fueron amenazados con genocidio a manos del consejero malvado del Rey, Haman.
Pero, hay algo muy raro acerca del Libro de Ester—no menciona a Dios en ningún lugar. Aun cuando los judíos se enteran del decreto malvado y homicida—aún asi no invocan el nombre de Dios. Dios está completamente ausente de la historia.
¿O está ausente Ella?
Cómo ven, los rabinos de antes notaron que el nombre de la Reina Ester (Es-tair, en hebreo) tiene el aspecto de estar cerca de la palabra As-teer, que significa “Me esconderé.” Lo interpretan como una referencia a Deuteronomio 31:18, donde Dios dice “Y seguramente ese día ocultaré Mi cara.” Por lo tanto, de acuerdo a estos sabios, Dios no está ausente; Dios se está ocultando. Dios está escondido, entre bastidores. Dios sigue trabajando, sólo que no tan abiertamente como antes. O sea, ¿realmente piensa que es pura coincidencia que Ester la judía resultó como Reina justo antes de que Haman lanzará un complot para matar a todo su pueblo?
Es tan fácil pasarlo por alto. Siempre. Cuando vemos a las personas actuando en el mundo, casi nunca pensamos en el panorama general, acerca del papel que están jugando en una historia más grande. Casi nunca pensamos en el trabajo santo que puede estar haciendo, escondido a plena vista.
Siempre es así, por supuesto. Pero, este año, más que nunca, estamos rodeados de personas que están haciendo el trabajo de Dios, y que nadie se fija que lo están haciendo. No son Reinas. Son las mujeres y los hombres que han estado allí, haciendo su trabajo, asegurando que la sociedad sigue hacia delante, aún mientras se ponen en mucho peligro. Nuestros trabajadores de cuidado de salud, nuestros trabajadores de cuidado infantil, trabajadores agrícolas, personas que hacen entregas, y tantos otros están trabajando, día tras día, sin que nadie se detenga para ver que Dios está trabajando por medio de ellos, todos los días. Tenemos que cambiar eso. Tenemos que asegurar que no sólo reciban palabras bonitas, sino la dignidad que se merecen. La dignidad que se puede dar en gran parte solamente por medio de cambios verdaderos y reales en nuestras políticas y en nuestra sociedad. Les debemos a estos trabajadores una deuda que probablemente nunca podremos devolver, pero la cual por lo menos debemos reconocer.
La santidad tiene varias formas. Será una lástima si no tomamos el tiempo para verla en las manos de los que trabajan tan duro, para que todos podamos vivir.
Rabino Jason Rosenberg
Congregación Beth Am
Tampa, Florida